¿Hasta cuándo abusarás, Pedro Sánchez, de nuestra paciencia?

En su más que conocido discurso pronunciado en el año 63 a.C., el gran orador de todos los tiempos, Cicerón, le espetó a Catilina:” ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?” (Quosuque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?).

Lucio Sergio Catilina, político y gran militar romano, se había postulado para el cargo de cónsul después de haber sido pretor en África. Motivos de forma y denuncias de abuso de poder impidieron que lograse su objetivo, a pesar de que luego fue absuelto. El propio Cicerón defendió ante el tribunal al hombre que más tarde trataría de asesinarlo. Sin embargo, la sombra de la corrupción era demasiado alargada y los electores no lo olvidaron.  

Catilina -hombre de gran fortaleza de alma y cuerpo, pero de carácter malo y depravado, según dejó escrito Salustio– aglutinó entonces a todos aquellos hombres de la clase senatorial romana descontentos con la política de Pompeyo y del Senado, viró hacia posiciones extremadamente populistas y se fijó un objetivo: ser dictador de Roma. Para ello organizó una conspiración que perseguía asesinar a Cicerón.

No fue un milagro que Cicerón salvase su vida. Fluvia, la amante de un senador romano llamado Quinto Curio, sabía de la conjuración y se lo contó todo. Quinto Curio no dudó en advertir al magnífico abogado y político romano que existía una trama contra él y que su vida corría peligro, y así es como Cicerón y la República romana salvaron sus vidas.

Es entonces cuando Marco Tulio Cicerón pronunció, entre noviembre y diciembre del año 63 a.C., cuatro discursos que han pasado a la historia como excelsas piezas de oratoria imprescindibles (las Catilinarias). Catilina murió después de haber luchado contra el ejército de Antonio y, como prueba irrefutable de su muerte, se llevaron su cabeza cortada a Roma.

Son muchas las similitudes entre Pedro Sánchez y Catilina. El presidente del gobierno se encuentra herido de muerte por dos balas: la de la política y la de la de la justicia.

 En política, hemos visto cómo es capaz de aguantar frente a todos y de seguir peleando cuando nadie apostaba por él. Para ello no ha dudado, al igual que hiciera Catilina, en adoptar una política populista y rodearse de todos los grupos parlamentarios descontentos con el por aquel entonces gobierno de Rajoy. Erigiéndose en portador de la lucha contra la corrupción, en el remedio del hartazgo de los españoles con la trama Gürtel y en la encarnación de la más absoluta honradez, llegó al poder tras ganar una moción de censura el 1 de junio de 2018.

El iter judicial de Sánchez no es nada halagüeño. Tiene a su mujer investigada, a su exsecretario de Organización a punto de serlo, a su hermano y, por si fuese poco, Aldama soltó una bomba de relojería en su última declaración ante el juez señalando que el otrora luchador infatigable contra la corrupción conoce toda esta trama que implica también a varios ministros y cargos del partido acusados de sobornos. Hoy, no es descabellado pensar que Pedro Sánchez acabará siendo investigado. Mientras tanto, seguirá aferrándose al poder diciendo que todo es falso y que no hay que dar credibilidad a presuntos delincuentes como Aldama. El problema es que nuestro presidente no es, precisamente, sincero. Los españoles sabemos que es un mentiroso cuya palabra no vale más que la de Aldama. Así de triste a la par que de real.  

La presunción de inocencia que han de tener todos los investigados en este escándalo que acecha al gobierno no es incompatible con denunciar este esperpento de la política española y del gobierno. Soy muy escrupuloso, por amor a la justicia y a mi profesión, con los procesos judiciales y con las garantías procesales. Creo firmemente en la inocencia de cualquier persona hasta que no se demuestra lo contrario en un juicio justo que acaba en sentencia firme.  Ahora bien, van encajando muchas piezas sueltas de un puzzle que tiene una pieza esencial y tenemos que dejar que los jueces, independientes, hagan su trabajo y luego aceptar el resultado cualquiera que éste fuese.

Esa presunción de inocencia no es tampoco incompatible con señalar la grave crisis institucional, nacional y social que sufre nuestro país.

Cuando tenemos un gobierno sustentado por quienes quieren destruir España; cuando tenemos un gobierno que intenta destruir la separación de poderes; cuando tenemos un gobierno que, en lugar de solucionar los problemas de los españoles, los divide con historias de abuelos (que todos hemos tenido y en diversos bandos) de la Guerra Civil, estamos más que legitimados para denunciar una y otra vez esta absoluta traición a la nación española incumpliendo la jura o promesa que los ministros y el presidente hicieron al ser nombrados. Si a ello le sumamos la ciénaga de escándalos que conocemos día a día, entonces sí, como Cicerón, los españoles decimos:  

¿Hasta cuándo abusarás, Pedro Sánchez, de nuestra paciencia?
¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?
¿Cuándo acabará esta desenfrenada osadía tuya?

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