A la vida hemos venido a veranear

Hoy el Time & Place está cerrado. Hace viento, frío y las mesas de mármol heladas aguardan desordenadas la llegada del próximo verano que las ordene y les dé calor. Hoy, tampoco estás tú. Ahora que estoy sin tus ojos y que tu voz ya no me acompaña, he venido a buscarte por las calles de Mojácar. Voy sólo, triste, sombra herida que pasa, como lamentaba en su poema Álvarez Ortega por las calles de Córdoba.

He venido a buscar tus ojos, esos que me irradian de luz, los mismos en los que cabe la definición del amor y he intentado oler tu perfume en el aire de esta destartalada mañana; he acariciado en la nada tu pelo. Sin embargo, esta mañana nublada sólo me han recibido las mesas de mármol frías del Time & Place. Son mesas crueles que me han saludado así: “Si heladas estamos nosotras, más helado está tu corazón sin ella”. “A la vida hemos venido a veranear”, eso he contestado yo. Y me he dado la vuelta.

Es duro, demasiado duro, vagar por estas calles sin ti huérfano de tus manos. Acaso el frío de esta mañana sólo se compensa con el recuerdo de tu sonrisa o con la dulce melodía de tu voz llamándome suavemente “Presi”. Se canta lo que se pierde, lo que no se tiene, lo que duele; lo demás es vivir.

Yo sé que estas calles no son siempre frías ni aburridas. Sé que en ellas no siempre hace viento ni el día que las ilumina es nublado como el de hoy. Son las mismas calles cálidas que yo he conocido paseando contigo en las que el viento me trasladaba el olor a jazmín mezclado con el de tu perfume. Qué difícil es morirse después de oler el perfume de tus manos en el cine. Cuánta razón lleva Luis Alberto de Cuenca.

Ahora que nos separa el frío del invierno, espera la llegada del verano. Como el niño que espera ansioso el agua del mar mientras camina hacia ella sintiendo cómo le abrasa la arena. Por que… a la vida hemos venido a veranear. A echarnos la siesta en la playa, a quemarnos al sol y a llenarnos de arena. A reírnos. A entusiasmarnos. A bañarnos y a llenarnos de sal. A atrevernos.  A besarnos.

Este invierno frío, triste y aburrido pasará y, después de la llegada de la primavera, yo volveré a ver tus ojos. Tu voz me llamará de nuevo y el olor de tu perfume se quedará atrapado en las mías. Entonces estará aquí el verano… Yo te llamaré y te diré: “Hoy el Time & Place está abierto. Te invito a cenar.”

Hace calor, huele a verano y las mesas de mármol heladas de este febrero te recibirán así: “Te estábamos esperando para cenar. Ese corazón, sin ti, estaba más frío que nosotras”.

Te sigo debiendo un poema. Tú, mi verano eterno frente al frío invierno. Si no te tengo, no soy nada. Dormir en tus brazos para siempre. Polvo serán, mas polvo enamorado.

– ¿Pedimos más champagne?

– Sólo si me escribes ese poema.

– Cristóbal, más champagne, por favor. A la vida hemos venido a veranear.

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