¡ Viva la Constitución!

Un frío miércoles de hace hoy justo 45 años –6 de diciembre de 1978– los españoles acudían a los distintos colegios electorales y otros centros de votación tras ser convocados a participar en el referéndum del Proyecto de Constitución que había sido aprobado el 31 de octubre de 1978 por el Congreso de los Diputados con 325 votos a favor. El recuento de los votos se prolongó hasta altas horas de la madrugada y el resultado fue un abrumador sí a la que se ha convertido en la octava Constitución de nuestro país desde el siglo XIX. Desde ese 6 de diciembre de hace 45 años, la Constitución de 1978 está siendo la más duradera de la historia de nuestro país después de la Constitución de 1876, que estuvo vigente 47 años.

Es innegable que en estos 45 años que lleva ya vigente, la Constitución de 1978 ha supuesto el período de mayor bienestar, seguridad, paz y progreso que ha vivido nuestro país. Hoy es, por tanto, un día para sentirnos orgullosos de un texto constitucional que ha sido el único de toda la historia de nuestro constitucionalismo que se votó y refrendó por todos los españoles.

Son muchos los homenajes que desde su aprobación ha recibido nuestra Carta Magna. Por su especial relevancia, merece ser destacado el que tuvo lugar el 6 de diciembre de 2018, cuando nuestro texto constitucional cumplía 40 años. Aquel día, el Congreso de los Diputados vivió un momento muy emocionante al reunir en el hemiciclo a todos los presidentes del gobierno de nuestra democracia que están vivos, a los Reyes eméritos Juan Carlos y Sofía y a los actuales Reyes de España junto a la Princesa de Asturias Leonor y su hermana Sofía. Pasado, presente y futuro al servicio de España se congregaban en la sede de la soberanía nacional.

Junto a todos ellos, además, se encontraban ocupando un lugar preferente los únicos tres “padres de la Constitución» que seguían vivos: Herrero de Miñón, Pérez-Llorca y Miquel Roca. Numerosas personalidades de la vida política y altos cargos del poder judicial asistían desde la tribuna de invitados a este acto solemne, pues en la política, como en la vida misma, si el fondo es muy importante siempre las formas no lo son menos.

Un fuerte y prolongado aplauso fue la bienvenida que, a modo de gratitud y en reconocimiento de su labor, recibió el Rey Juan Carlos I a su entrada en el Congreso acompañado de la Reina Sofía. La difícil tarea de Don Juan Carlos durante la Transición, su inteligencia a la hora de elegir a grandes colaboradores para tan difícil empresa en puestos clave y su firme decisión de ser el Rey de todos los españoles no merecían menos; la figura de Don Juan Carlos quedará siempre ligada a ese momento de la historia de España en que la reconciliación por fin se abría paso frente a la división de épocas anteriores. Su papel esencial, junto al de Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda y tantos otros, es algo que nadie podrá negarle nunca.

Cuando vivimos en una época en la que por ciertos sectores se pone en tela de juicio todo lo que significó la Constitución; cuando algunos partidos políticos quieren, bajo el pretexto de reformar -siempre legítimo y legal-, directamente destruir el régimen constitucional del 78; cuando el consenso del que disfrutó nuestra «norma normarum» ni está ni se le espera, yo no puedo sino sentirme aún más orgulloso de ésta Constitución tan vilipendiada y reivindicarla como el mejor regalo que nos dieron a los españoles hace ya 45 años. Porque, como muy acertadamente señaló el Rey Felipe VI en aquel acto, “la Constitución es el gran pacto nacional de convivencia entre los españoles por la concordia y la reconciliación, por la democracia y la libertad”.

Tras sufrir casi 40 años de régimen franquista, por primera vez se dio voz a todos los españoles, pensasen como pensasen, y sobre la base de construir un nuevo período de libertad, democracia y concordia, se comenzó a trabajar en la redacción de la Constitución.

Pues, pacto nacional de convivencia, no lo olviden nunca, es reunir en una misma Cámara a Adolfo Suárez -quien había sido nada menos que secretario general del Movimiento Nacional- y a Santiago Carrillo– líder del Partido Comunista, partido que fue legalizado por el gobierno de Suárez. Hoy, muy al contrario, quienes ni vivieron la Guerra Civil ni tuvieron papel alguno en la Transición, nos dicen al resto de los españoles que todavía hay bandos, que todavía hay represores y represaliados, que todavía viven las dos Españas. Y yo me pregunto: ¿acaso todo eso no fue lo que, precisamente, se enterró durante la Transición y se culminó con la aprobación de la Constitución?

O aceptamos que la división, el rencor y el guerracivilismo pasaron a las hojas -tristes, muy tristes- de la historia de nuestro país durante la Transición, o esa división, rencor y guerracivilismo que algunos no han superado nos destruirá como una nación fuerte cuyos cimientos son y deber seguir siendo la libertad, la justicia y la igualdad de todos los españoles. No, no fue una Constitución cualquiera. Permítanme citar de nuevo a Su Majestad el Rey Felipe VI: “La Constitución es la primera que materializa la voluntad de integrar sin excluir; es la primera que no divide a los españoles, sino que los une, que los convoca para un proyecto común y compartido; para el proyecto de una España diferente, de una España nueva: de una nueva idea de España”.

Sólo siendo fieles a los valores que nos legaron los Padres de nuestra Constitución seremos capaces de construir una España basada en la unión y no en la división. Todo lo que se aparte de los valores superiores del ordenamiento jurídico propugnados por el artículo 1 de la Constitución, es decir, la justicia, libertad, la igualdad y el pluralismo político, será el caldo de cultivo de una división que producirá fracturas irreparables.

Quien les habla ha nacido, orgulloso de ello, en democracia y con la Constitución ya promulgada. Quien les habla ama profundamente la libertad como uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, tal y como dejó escrito nuestro español más universal en «El Quijote». Quien les habla desea que, desde Almería hasta Finisterre y pasando por Madrid, Barcelona y todas las ciudades de España, un grito se extienda rápido y claro, como el agua clara. Ese grito -que resuene por siempre en la conciencia de quienes siempre defenderemos una España democrática y basada en la libertad e igualdad- queridos compatriotas, es este: ¡Viva la Constitución!

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